El sector también se enfrenta al reto de reducir su impacto medioambiental
Por El Mundo
Según los últimos datos publicados por Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef) en su informe anual del sector, en 2020 en España se realizaron 493.776 servicios de este tipo. El sector, que facturó en torno a 1.700 millones de euros -lo que supone en torno al 0,15% del PIB español-, evoluciona junto a la sociedad y va incorporando tecnologías y soluciones medioambientales. Sin embargo, se enfrenta también al reto de hacerlo de la mano de sus clientes, con quienes debe gestionar el duelo, y los tabús que rodean a la muerte.
«Más allá del sector funerario, creo que en prácticamente cualquier sector hoy el cliente tiene sensibilidad hacia todo lo que es el respeto al medioambiente», apunta Rafael Urío, director general de Parcesa. La firma, que opera en Madrid, cuenta con una flota de vehículos híbridos o eléctricos (estos últimos, para los empleados que realizan asesoramiento o para desplazarse por su parque cementerio; en larga distancia aún sufren por su autonomía), tanatorios con iluminación LED o placas fotovoltaicas y hasta sistemas para aprovechar el calor que generan las unidades de conversión -los hornos crematorios- para climatizar las instalaciones.
Francisco Enríquez, vicepresidente de Panasef, coincide con Urío: «Todo el desarrollo de la ecosostenibilidad viene dado o impulsado por las propias empresas porque nos estamos adaptando a lo que la sociedad va demandando de forma general, nos lo pidan expresamente o no». Y es que, a diferencia de prácticamente cualquier otro sector, el funerario es uno con el que, de entrada, nadie quiere tratar, pero toda la población debe hacerlo tarde o temprano. De ahí que todo se deba plantear desde el respeto al planeta, pero siempre también con la persona fallecida y con el duelo
«A nivel de productos, la mayoría de los que se están incorporando y todas las novedades vienen en el terreno ecológico: las arcas ya son en su mayoría ecológicas, en las urnas existe una tendencia muy fuerte hacia la biodegradable, se están eliminando todos los productos contaminantes (sobre todo en aquellos servicios cuyo destino final es la incineración) y, como norma general, en todos los productos secundarios se está intentando reducir todos los componentes contaminantes, como los plásticos», detalla Enríquez.
Así, por ejemplo, los sudarios ya prescinden de este material y en los féretros estanco, que se utilizan principalmente en el traslado a larga distancia, se sustituye el zinc de las cajas internas por sacos biodegradables «absolutamente ecológicos y con todas las propiedades de seguridad que exige la ley».
UN FINAL ECOLÓGICO
En los últimos años, en España la cremación va ganando terreno a la inhumación en España, donde hay 487 hornos que realizan 611 incineraciones cada día. De hecho, el sector prevé que en 2025 ya sea la opción preferida en el 60% de los casos (en 2020 lo fue en el 45,18%, casi 30 puntos más que el 16% de 2005).
Desde un punto de vista medioambiental su principal problema son las emisiones contaminantes que supone, especialmente al consumir gas. No obstante, un análisis de la Fundación de Servicios Funerarios de París asevera que, en realidad, se trata de una opción más respetuosa con el medioambiente que los entierros tradicionales cuando estos emplean materiales como el hormigón o el granito importado, por la huella de carbono que tiene su producción y transporte.
En cualquier caso, los dos han evolucionado también allí donde ha sido posible. «Todos los féretros que tiene Parcesa son ecológicos», detalla su director general. «Esto quiere decir que no utilizamos tintes y que para el revestimiento interno utilizamos mayoritariamente elementos no contaminantes», describe. Lo mismo ocurre con las urnas.
Mientras, en la cremación se recurre a unos filtros que reducen su impacto y hace que sus emisiones estén, según Uría, «muy por debajo» de los parámetros máximos de emisión. Enríquez también elude a esta tecnología, con la que se minimiza la contaminación y se cumple con la «bastante estricta» legislación española.
CELEBRAR LA VIDA
Tal vez la medida que mejor refleja este punto de convergencia entre medioambiente y duelo es algo a lo que recurren varias firmas del sector: regalar pequeños árboles que sirven de recuerdo del fallecido. En el caso de Parcesa, el programa se llama ‘Un árbol, un recuerdo’, existe desde el año 2009 y cada año supone unos 50.000 árboles, 2.000 de ellos sólo durante el Día de Todos los Santos.
«En mi caso concreto, mi padre falleció hace tres años y tengo plantado en mi jardín un arbolito que recibí de Parcesa y que cuido con esmero porque tiene mucho significado», reconoce Urío, quien cree que las familias lo ven de la misma forma: «Se apaga una vida, pero nace otra«. «Creo que estamos experimentando una evolución que algunos países ya han superado: ese tabú a hablar de la muerte», explica el directivo.
«Poco a poco pasamos de un concepto de la muerte que es el dolor por la pérdida de un ser querido a un escenario de celebración de la vida del ser querido», destaca. Y cree que la concepción que hace del proceso el sector, cuidado por el medioambiente incluido, ayuda: «Está contribuyendo a sacar las cosas positivas, que también van a ayudar en la gestión del duelo; no es lo mismo celebrar la vida y lo que nos ha dado un ser querido que tratar de gestionar el dolor que eso produce».
Así, ya empiezan a ver personas que solicitan específicamente un servicio funerario ecológico, si bien no es una demanda todavía muy extendida. Enríquez, por su parte, cree que es «un reflejo de la sociedad». «La sociedad está cambiando y los jóvenes tienen inculcado el tema ecológico desde muy temprana edad», argumenta. «Al final, somos un sector que nos adaptamos a lo que nos rodea, vemos las nuevas tendencias, que van por una línea sostenible, y estamos intentando hacer un esfuerzo y poner toda la creatividad posible para ir incorporándolo», resume Enríquez.